domingo, 27 de abril de 2014

Noche.

Yo se que la tierra escucha los suspiros de los mansos y redime a los condenados y  pecadores, porque somos todos hijos del mar que en su regazo vive y descansa, siervos de un mismo final que nunca apuntará con el dedo esperando que caminemos en su busca y se cobija para vernos tras las ramas. Como un niño observa a su madre cantar mientras le abraza y rompe con las manos el tapiz de la existencia, para ser entonces volátil como el polvo de estrellas y caminar por los senderos de lo inexorable.

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