jueves, 11 de noviembre de 2010

ALFILES

Seguías siendo la perfección, después de arrancarte la vida a golpes, después de que cada arañazo marcara tu piel y la perlara de sangre, aquella sangre tuya tan roja que poco a poco se esparcía por el suelo y coloreaba de carmín tus manos inertes, las mismas que hacía meses habían sido tan puras.
Viéndote allí tirada, desnuda, abrazándote a la nada, a lo que probablemente fuera un recuerdo de lo que habías sido antaño, o a una visión del que ya no te amaba, con aquellos ojos bañados en tinta negra y lágrimas me diste, no pena, pero lástima, porque seguías siendo tan perfecta, que incluso volví a pensar por un instante que te amaba ya después de muerta.
Eras tan perfecta que, en tu delirio de grandeza, jugaste una partida de ajedrez con el tiempo, y sus alfiles te atravesaron el alma, al no poder atravesar tu cuerpo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario