Y estas manos mías, tan manchadas de lágrimas, se derraman sobre las sábanas desgastadas por tanto lamento y falta de tu tacto, y de tu cara. Ámame ahora que está mi alma contigo y mis ojos ciegos, ámame ahora que no concibo el tiempo más que para sentirte cerca y alto.
Ahora que se detiene mi ser para fundirme en tu efímero abrazo, ámame siempre y apaga el fugaz soplo de la vida y el llanto.